En Chile, al parecer, el hacer dinero fácil a costa del medio ambiente es bien visto por el gobierno y los grandes grupos económicos. Un proyecto ideal para un inversionista es aquel que presenta un bajo riesgo, un retorno de la inversión en el corto plazo, una demanda creciente asegurada, bajos costos de operación y una larga vida. Hidroaysén nace bajo esta premisa, siendo una máquina de hacer dinero para inversionistas extranjeros con el apoyo de algunos locales, y creando energía que mayormente será utilizada por empresas mineras, las que también son inversiones extranjeras.
Para los inversionistas, las fortalezas del negocio Hidroaysén es su bajo riesgo. Primero, utiliza una tecnología con más de 130 años de conocimiento, la cual no reviste ningún desafío tecnológico, ni de ingeniería. Por otro lado, estará alimentado por una fuente prácticamente inagotable de agua proveniente de los ríos Baker y Pascua que se caracterizan por presentar caudales abundantes, prácticamente sin variación, los que indirectamente se alimentan de los deshielos de los majestuosos Campos de Hielo Norte y Sur. Por otro lado, las debilidades de este negocio no son muchas, salvo un pequeño detalle ambiental que significa la deforestación directa de 30.000 hectáreas y una cicatriz de torres de alta tensión de 70 metros de altura que cruzarían 2.300 kms. desde la Patagonia, a través de seis parques naciones, 11 reservas nacionales, 26 terrenos prioritarios de conservación, 16 humedales y 32 áreas privadas protegidas, sólo para conectarse con el Sistema Interconectado Central (SIC).
Pero como éste es un negocio de verdad, dentro de la estrategia de inversión se incluye el financiamiento para que algunos personajes claves, pertenecientes tanto al aparato público como al mundo político, puedan burlar la escasa legislación ambiental que existe en el país y extorsionar la mente de los chilenos catalogando a Hidroaysén como la única alternativa sustentable para alcanzar el sueño de un país desarrollado. Lo que por supuesto no es cierto.
Hidroaysén pretende incorporar una potencia de 2.750 MW al Sistema Interconectado Central (SIC), que se extiende entre las regiones de Atacama y Los Lagos. Las centrales tendrían una capacidad de generación media anual de 18.430 GWh, lo que equivale al 35% de lo que Chile consumió el año 2008. Si bien la inversión no es menor, cercana a US$ 3.200 millones, una estimación rápida indica que este negocio es muy rentable y tendrá ventas anuales seguras por unos US$ 2.000 millones ($900 mil millones de pesos), con costos operacionales muy bajos. Si cada chileno pudiera ser inversionista, tendría que invertir $85.000 pesos hoy y recibiría una pensión vitalicia entorno a los $ 40.000 anuales, la cual se heredaría hasta uno o dos generaciones más, porque después de ello las represas se llenan de sedimentos, dejan de operar y el proyecto es desechado. Si fuera posible, la pregunta sería: ¿Cuántos chilenos regalarían la Patagonia para recibir $40 lucas al año? El problema es que ni siquiera nos dejan participar de tan lucrativo negocio, dado que sólo está reservado para unos pocos.
Las alternativas a Hidroaysén
Según estimaciones de Enap, Chile tiene un potencial geotérmico real y viable de 3.350 MW, un 20% más que toda la capacidad de las centrales proyectadas en Aysén. Hace algunos años, la empresa energética estatal se unió a la minera local Antofagasta Minerals, para desarrollar proyectos geotérmicos conjuntos, en busca de aliviar la estrechez energética que vive el país. Sin resultados reales, salvo estudios que confirman que la geotermia si es una alternativa energética, en mayo de este año, Enap vendió a la australiana Origin Energy su participación (40%) de esta empresa, llamada Energía Andina, en poco más de US$ 12 millones de dólares, argumentando que debía enfocarse en su negocios actuales.
Si pensamos que nuestra única empresa estatal dedicada al rubro energético cede a manos de privados y operadores internacionales el desarrollo del potencial geotérmico de nuestro país, a un valor discutible en comparación al aporte potencial de estos recursos, entonces el discurso del gobierno actual de alcanzar el desarrollo potenciando fuentes energéticas renovables se contradice con sus acciones reales. Caso contrario es el de otros países con potencial geotérmico que si se han tomado en serio el desarrollo de esta energía. Por ejemplo, Indonesia fue centro de atención en 2008 cuando anunció un plan para desarrollar 6.900 MW de capacidad de generación geotérmica (3 veces Hidroaysén). Japón fue uno de los pioneros en este campo y actualmente cuenta con un total de 535 MW de capacidad de generación. En Europa, Islandia es líder indiscutido en la materia gracias a una tierra geológicamente privilegiada para ello, y en estos momentos proyecta vender electricidad producida con energía geotérmica al resto de Europa. Alemania, por su parte, tiene 5 plantas pequeñas de energía geotérmica en funcionamiento y otras 150 en proceso de diseño y construcción. Los alemanes creen que su potencial podría llegar a ser 600 veces superior al consumo de energía actual de ese país.
En cuanto a la energía solar, con los niveles de eficiencia que tiene en la actualidad, si solo se usarán 7.500 hectáreas, menos del 1% de la superficie de la Región de Atacama, podrían generarse del orden de los 3.000 MW de electricidad, cantidad similar a la de Hidroaysén. En este ámbito, un caso ejemplar es España, quien para el año 2010 se había comprometido a producir el 12% de su energía mediante alternativas renovables. Después de 4 años de desarrollo, España cuenta hoy con 4.200 MW (1,5 veces Hidroaysén) producidos gracias a plantas fotovoltaícas y termosolares. Esto equivale a un 4% de la energía eléctrica consumida por ese país, y a casi el 50% de lo que necesita Chile. El éxito de España demuestra que la energía solar es económicamente viable hoy.
Otra energía que podría completar la matriz energética, pero es escaso lo que se que se hace respecto a ello en nuestro país, es la que se produce a partir de la biomasa. Actualmente, nuestras industrias forestales, vitivinícolas, pisqueras y agrícolas, producen miles de toneladas de biomasa de alta calidad que son desechadas y que podrían ser usadas para producir energía. Así también, la producción de biogas a partir de rellenos sanitarios es otra alternativa real para producir energía. Una tonelada de basura produce entre 150 y 200 M³ de gas, con un contenido de metano que oscila entre el 50 y el 60 por ciento. El metano, 22 veces más dañino que el CO2 para el “calentamiento global”, puede ser usado para generar energía eléctrica. Para esto se transforma en CO2, con el consecuente beneficio ambiental.
Por último, existe la energía mareomotriz que hace referencia al potencial energético contenido por los océanos. Esta energía está desarrollándose aún, y no precisamente en Chile, pero ya existen casos exitosos. En el futuro el país podría emplearla en sus más de 4.000 kms de costa. Un ejemplo fácil es el canal de Chacao que, producto de la variación de las mareas, posee corrientes que alcanzan los 8 nudos. Si se hace la analogía con una turbina eólica, esta fuerza generaría 300 veces más energía que la producida por el viento en un motor de similares características.
Estas alternativas para Chile son viables, pero acá la energía es un gran negocio corporativo donde son pocos los beneficiados y, por definición, las ganancias no son para los chilenos, sino al contrario nosotros somos los que pagamos la cuenta de la luz, una de las más caras del mundo. Lo peor es que estamos en manos de accionistas internacionales que exigen rentabilidad, grupos económicos locales que buscan más poder y operadores políticos que literalmente están vendiendo la patria, permitiendo la violación ambiental, y traicionando en lo más profundo a quienes creen en la democracia chilena y votaron ya sea por el gobierno anterior o por “la nueva forma de gobernar”. Queda claro que Hidroaysén es un negocio de ejecutivos y políticos sentados en sillones de Santiago, Madrid y Roma, sin consciencia ecológica, obsesionados por el dinero fácil para sus empresitas, cuyo método más efectivo es internalizar los beneficios y socializar las pérdidas.
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